Friday, March 03, 2006

Interregno

Quise usar el interregno infértil del pensamiento y de poco me sirvió. Imité como el mono, negué el instinto, aprendí de mis padres todo lo que no sirve para criar a los propios hijos, fui a la escuela, y a pesar de mi rebeldía algunas cosas me enchufaron. Por suerte, para no aburrirme mientras no le daba bola a la maestra, dibujé cuadernos enteros, lo cual a lo mejor me cultivó algún temperamento artístico. Como nunca estudiaba, aprendí bastante a versear y también para mejorar el alicaído promedio de notas, aprendí mucho (solito) a manejar el lenguaje escrito, con lo cual hasta ligué algún premio. Era gordito, por aquellos tiempos, no esbelto como ahora, y sin nada de espíritu competitivo, así que en educación física no me ponían en los equipos de fútbol, y descansaba mie! ntras todos los otros corrían como condenados. De esa manera aprendí sobre la vida de las hormigas y del canto de los pájaros, y me hice contemplativo.
Gracias a las revistas de historietas, que leía desesperado, me aficioné a la lectura, ya que de las revistas pasé a los libros. Leí de todo, desde novelitas de conboy (léase cowboy) hasta el libro de doña Petrona, pasando por las obras completas de Sigmund Freud y algunos tratados de ginecología. Grandes pasiones de aquellas épocas fueron la mecánica de autos y motos, la fotografía y luego la electrónica. A esta última me acerqué porque quería un buen equipo de audio, y me propuse construirlo, pero mientras mas estudiaba mas pretensiones tenía. Al fin pude armar un equipo de High Fidelity, que hoy, en manos de mi hijo mayor, sigue funcionando perfectamente, después de 25 años.
Pero vuelvo al principio. En la escuela no pudieron hacerme estudiar, pero después estudié solo, o sea que el mal se había apoderado de mí, a pesar de todo. Como sabía mecánica, cuando se me descomponía el auto hacía un análisis de la situación, seguía circuitos y desarmaba para revisar a ver si descubría la falla, (como hacen los doctores cuando operan para ver que hay adentro). Pero hete aquí que el mirón de turno me observaba y de entrada me decía: “seguro que es el destrombolador del piricolote de ignición”. Por supuesto era un bolú que no estudió lo que yo, así que seguía la rutina incólume. Después de desarmar el 78% del vehículo, perder arandelas y tuercas, des! cubría que la falla estaba en el citado destrombolador. Esto al dia siguiente, porque la noche me había agarrado lleno de grasa y mugre y cansadísimo. Ese es el mecanismo del pensamiento y también el mecanismo de las computadoras. El otro, el bolú, no pensó. Ahora estoy tratando de no pensar y cortar camino, como el bolú, pero usando el espacio vacío que va quedando a medida que olvido todo lo que aprendí en su momento. Entrar en el vacio, que le dicen.
Uds. dirán, entonces, que me quiero transformar en un bolú. No es lo mismo. El bolú nació así, sigue así y no sabe por que es así, y si no cambia algunas cosa, se muere así. El vacío del bolú es un vacío pequeñito, que le permite, con suerte, conectarse a veces con el arriba, y en forma inconsciente.
Yo pretendo la conexión voluntaria e inteligente que me permita recorrer el camino mas bello entre el problema y la solución, y si de algo me acuerdo de lo que aprendí, comprender en el momento de la Revelación el porqué, el como y el cuando, para luego agradecer.

A. Cipriani

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